viernes, 10 de enero de 2020

Renacer


RENACER

Notaba mi piel pálida y fría en contacto con el cristal de la ventana por la que a través se apreciaba un paisaje húmedo y gris. Mi cabeza estaba ladeada, de forma que reposaba sobre el hombro derecho, y mis piernas, recogidas por mis brazos con poco esfuerzo. Sentía cada escalofrío por la espalda que hacía que el vello se me pusiese de punta y los músculos se tensaran. Mi mente andaba perdida por algún lugar de mi cabeza sin prestar atención a lo que ocurría exteriormente de mis pensamientos. Sinceramente me hallaba perdida, no solo en mi cabeza, si no que en el mundo también. Había dejado de experimentar la felicidad, pues ya no me gustaba, prefería la soledad y la tranquilidad antes que el desorden y los cambios egocéntricos de ese sentimiento, que te hacía ilusiones innecesarias que luego conllevan a la decepción, además te ciega de los problemas reales y te guía una senda que crees que es la correcta; la felicidad está muy bien durante un tiempo pero cuando se acaba, ese sentimiento no te acompaña en la miseria .En cambio la soledad está siempre, y tú la controlas no tu corazón o cualquiera de las personas de tu alrededor, te ayuda a pensar y a desconectar de todo, por eso odio la felicidad y amo la soledad por estar ahí siempre.
Al igual que antes era débil y odiaba estar sola; ahora soy más fuerte he aprendido a sobrevivir debajo de una tormenta de rechazo y un río de desgracias.
Pero sin embargo ya no sé quién soy ni en que realidad estoy, perdí la noción del tiempo hace mucho y tampoco me conozco a mí misma.
En ese momento salí de mi habitación para respirar aire de verdad y recorrí durante bastante rato la acera, de pronto me paré y levanté la cabeza me quedé observando un columpio viejo de un antiguo parque, estuve a punto de seguir mi trayecto pero algo me decía que esperase; una memoria consiguió salir de capas de oscuridad iluminándome. Ese era el columpio donde monté por primera vez y me visualicé a mí misma riéndome mientras que mi madre me columpiaba, de repente un poco de nostalgia me atrapó durante segundos, por primera vez sentí la necesidad de tener a mi madre cerca como lo había hecho antes de una discusión que acabó con nuestra comunicación por completo. Seguí andando dubitativa pero rechacé la opción de hablarle siquiera una palabra por el hecho de que mi cabeza estaba sumida en odio.
También me paré al cabo de un tiempo andando con mi mente en blanco, esta vez el recuerdo me iluminó un poco más. Solo vi un banco y traté de averiguar lo que mi mente intentaba decirme, esta vez estaba más crecida creo que andaba por los ocho años y como anteriormente estaba yo con...Mi antigua mejor amiga Henar, no pude contenerme y comencé a llorar sin parar recordando que también en mí se había esfumado la amistad y comprobé lo mucho que la necesitaba.
Después continué mi ruta y para despejar la mente de la asquerosa nostalgia que en serio la odiaba porque te empalagaba opté por poner un poco de música, pero al poco tiempo de oírla otro recuerdo más fuerte me trasladó a una habitación desordenada en la que se escuchaba la melodía que había puesto antes a todo volumen, otra vez yo aunque con dieciséis creo recordar acompañada de un chico más o menos de la misma edad que yo nos lo estábamos pasando realmente bien haciendo bromas, era mi ex novio James; recapacité y sí era nuestro aniversario y también nuestra canción, añoraba mucho el amor y también ser amada lo reconocí y sentí una punzada de pena pero también de culpabilidad.
Estaba finalizando mi camino de vuelta a casa entretenida con cualquier cosa que no trajese la memoria que me temía que apareciese, pero nada consiguió apartarme de aquella semana que he tratado de olvidar durante mucho tiempo. En ese momento estaba yo misma enfrentándome conmigo pero la parte del recuerdo ganó y sobre mis ojos ya no estaba la acera. La memoria me envolvió como una capa fina de la que por más que agitaba los brazos no conseguía ver lo que de verdad me rodeaba, esta vez no tenía escapatoria.
Mi cerebro de algún modo me trasladó viendo como si fuera una persona de fuera pero que no afectaba ni lo más mínimo a la escena aunque gritara o me moviese.
La primera escena fue por la mañana cuando, como creía recordar, me desperté por unos gritos que procedían de la planta de abajo, era sábado y, por lo tanto, no me había despertado con la habitual alarma de las siete de la mañana. Bajé después de lavarme la cara lo más rápido que pude para bajar las escaleras y ver qué era lo que pasaba.
Mi madre y mi padre estaban enfrentados con cara de pocos amigos discutiendo el uno con el otro a voces. Mi hermana, más mayor que yo, estaba tratando de calmarlos pero no funcionó, igualmente no se rindió hasta que mamá la gritó que se fuera a hacer algo útil de una vez o si no la echaría de casa ( Para que os situéis, ella estaba haciendo un máster de estética pero siempre le quedaba una asignatura, y no es que no se esforzara yo la veía sobre la mesa de estudio concentrada hasta la una de la mañana por lo menos, y mis padres estaban enojados por pagarle una y otra vez lo mismo).
Lo peor fue cuando llegué y me quedé pálida delante de ellos sin saber que decir, pero tardaron pocos segundos en decir que se iban a divorciar.
Vi como mi cara sostenía un nudo en la garganta de tristeza y rabia a la vez que mis ojos se llenaban de lágrimas, mi mente se quedó en blanco y corrí hacia mi habitación, cerré la puerta de un golpe y me senté en la cama angustiada, nerviosa, enfadada, triste…. una mezcla de muchas emociones juntas. No salí de la cama en todo el día hasta la hora de cenar, cuando oí que algo con ruedas golpeaba las escaleras. Era mi padre, con maleta en mano se dirigió a la puerta y se despidió aunque al final me tuve que ir a vivir con él.
En ese momento me di cuenta de cuando perdí la necesidad o el afecto a la familia, y contemplé como mi corazón se iba marchitando.
Al día siguiente de aquella semana me mudé junto a mi padre hacia otra casa por lo tanto mi hermana se quedó con mi madre; lo peor de todo es que me cambiaron de colegio y a mí por aquel entonces no se me daba bien relacionarme.
El primer día de clase fue horrible no tenía sitio para sentarme en la cafetería así que comí en el baño haciéndome compañía a mí misma. Pensé que era demasiado tímida para sentarme con los populares, demasiado friki para sentarme con los normales y no llegaba a ese punto de rareza que tenía el grupo de tan baja reputación.
Básicamente no encajaba, era como si yo fuese la última pieza de un puzle que ya estaba terminado; no obstante. al segundo día intenté hacer un esfuerzo por hacer amigos pero no terminó nada bien. En primer lugar porque unas chicas animadoras se acercaron a mí fingiendo que quería ser mis amigas, las creí y cuando pasó un grupo normal pusieron cara de asco, las imité pero luego se olvidaron de mí durante el resto de los días. También me acerqué al grupo que como dije anteriormente puse cara de asco, y como no, me rechazaron porque creían que era una de esas egoístas, mimadas y repugnantes animadoras. Como si no hubiese sido suficiente después intenté llamar a una de las dos chicas que me saludaron el segundo día, ya sabéis las que me hicieron fingir odiar al otro grupo, yo en realidad no me quería juntar con ese tipo de personas pero lo hice porque no tenía otra opción ni otros amigos, el dicho “es mejor estar solo que mal acompañado” no lo conocía. Estos también me rechazaron porque había hablado con el grupo al que ellos llamaban tabú porque se odiaban mucho y no estaban “a su altura”. Terminé muy mal y los días siguientes no me pudo ir más mal porque me hacían burlas y bromas pesadas que no me gustaban en absoluto.
Me sentía inútil, y ahí también me di cuenta de cómo iba perdiendo el contacto con el mundo exterior y como construía en mi mente mi propio mundo; en resumen autosuficiente. Además como estaba harta de que me tratasen así me volví más dura y dejé a un lado la inocencia, no era una “bully” pero tampoco la niña indefensa.
Como ya sabía que el último hecho me iba a dejar destrozada intente cerrar los ojos pero no sirvió de nada resistirme.
Era domingo, volvía a casa de mi madre para pasar el día y cuando las miradas de mis padres se cruzaron noté que sentían nostalgia el uno por el otro pero lo ocultaron, no dijeron nada.
Volví a ver a mis amigos que me propusieron salir de fiesta por la tarde y acepté para despejarme un poco de todo lo que me había ocurrido. Opté por no contarles nada y fingir que todo me iba genial para no alterarles. En la fiesta me lo pasé muy bien, hacía semanas que no disfrutaba tanto ni pensaba si me iban a rechazar, o a dejar sola, o a tirarme las cosas…..fue como vivir en una nube durante una tarde entera sin preocupaciones. Ya era por la noche cuando decidimos volver a casa y todas las cosas que había olvidado regresaron a mi mente entristeciéndome; no pude evitar adelantar a mis amigos unos cuantos metros para ocultarles mi rostro depresivo. Estábamos andando por el borde de la carretera y mi mejor amiga se percató de que algo estaba mal conmigo, me preguntó varias veces y todas las negué porque me avergonzaba de mi misma por lo que me había pasado; me llegué a enfadar al cabo de un rato y tal fue mi enojo que sin pensar la empujé hacia la carretera muy fuerte, supongo que estaba enfadada con todo que toda la tensión la solté en ese indeseable empujón. Acto seguido avanzó lo suficiente como para colocarse en medio de uno de los carriles y un coche a toda velocidad la atropelló mientras que sus labios gritaban pero sus ojos expresaban: “porque me haces esto”. No tuve tiempo de salvarla y después del atropello no podía creerme lo que había hecho ni porque, me senté junto a ella del que manaba de varias heridas un hilo de sangre y sus últimas palabras fueron: “solo quería ayudarte, te quiero “. Yo la cogí de la mano y la llevé hacia el carril por el que habíamos andado, puse mi cabeza contra su pecho y la dije “lo siento, lo siento, lo siento…..” mi cabeza intentaba buscar una explicación a lo que había pasado pero mi corazón me dijo “ acabas de matar a la única persona que te amaba lo suficiente como para dar la vida por ti”; lloré, lloré muchísimo a su lado, mis otros amigos avisaron a la policía y me marginaron por haber matado a alguien, me llamaban asesina y yo también lo hacía.
Actualmente han pasado cinco años de aquel paseo memorable que me recordó cómo y por qué era yo así; en cuanto llegué a mi casa me puse a llorar sola y comprendí las disculpas que le debía a la gente y lo mucho que añoraba todo lo que había perdido. Hasta ahora me he esforzado muchísimo por cambiar y lo he conseguido, pasé de tenerlo todo a nada y de nada a todo lo que me importa. Si detrás de esta pantalla hay algún lector que se encuentra como yo hacía tiempo, ponte manos a la obra, cambia, se tú mismo, amate, cuídate, aprecia lo que posees y nunca digas nunca porque sé que tú puedes, no es fácil pero te crees que yo lo encontré sencillo. Encontré una luz de esperanza en un hoyo profundo de autoodio y desesperación ¿A qué esperas?
G.G



















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