Notaba
mi piel pálida y fría en contacto con el cristal de la ventana por
la que a través se apreciaba un paisaje húmedo y gris. Mi cabeza
estaba ladeada, de forma que reposaba sobre el hombro derecho, y mis
piernas, recogidas por mis brazos con poco esfuerzo. Sentía cada
escalofrío por la espalda que hacía que el vello se me pusiese de
punta y los músculos se tensaran. Mi mente andaba perdida por algún
lugar de mi cabeza sin prestar atención a lo que ocurría
exteriormente de mis pensamientos. Sinceramente me hallaba perdida,
no solo en mi cabeza, si no que en el mundo también. Había dejado
de experimentar la felicidad, pues ya no me gustaba, prefería la
soledad y la tranquilidad antes que el desorden y los cambios
egocéntricos de ese sentimiento, que te hacía ilusiones
innecesarias que luego conllevan a la decepción, además te ciega de
los problemas reales y te guía una senda que crees que es la
correcta; la felicidad está muy bien durante un tiempo pero cuando
se acaba, ese sentimiento no te acompaña en la miseria .En cambio la
soledad está siempre, y tú la controlas no tu corazón o cualquiera
de las personas de tu alrededor, te ayuda a pensar y a desconectar
de todo, por eso odio la felicidad y amo la soledad por estar ahí
siempre.
Al
igual que antes era débil y odiaba estar sola; ahora soy más fuerte
he aprendido a sobrevivir debajo de una tormenta de rechazo y un río
de desgracias.
Pero
sin embargo ya no sé quién soy ni en que realidad estoy, perdí la
noción del tiempo hace mucho y tampoco me conozco a mí misma.
En
ese momento salí de mi habitación para respirar aire de verdad y
recorrí durante bastante rato la acera, de pronto me paré y levanté
la cabeza me quedé observando un columpio viejo de un antiguo
parque, estuve a punto de seguir mi trayecto pero algo me decía que
esperase; una memoria consiguió salir de capas de oscuridad
iluminándome. Ese era el columpio donde monté por primera vez y me
visualicé a mí misma riéndome mientras que mi madre me columpiaba,
de repente un poco de nostalgia me atrapó durante segundos, por
primera vez sentí la necesidad de tener a mi madre cerca como lo
había hecho antes de una discusión que acabó con nuestra
comunicación por completo. Seguí andando dubitativa pero rechacé
la opción de hablarle siquiera una palabra por el hecho de que mi
cabeza estaba sumida en odio.
También
me paré al cabo de un tiempo andando con mi mente en blanco, esta
vez el recuerdo me iluminó un poco más. Solo vi un banco y traté
de averiguar lo que mi mente intentaba decirme, esta vez estaba más
crecida creo que andaba por los ocho años y como anteriormente
estaba yo con...Mi antigua mejor amiga Henar, no pude contenerme y
comencé a llorar sin parar recordando que también en mí se había
esfumado la amistad y comprobé lo mucho que la necesitaba.
Después
continué mi ruta y para despejar la mente de la asquerosa nostalgia
que en serio la odiaba porque te empalagaba opté por poner un poco
de música, pero al poco tiempo de oírla otro recuerdo más fuerte
me trasladó a una habitación desordenada en la que se escuchaba la
melodía que había puesto antes a todo volumen, otra vez yo aunque
con dieciséis creo recordar acompañada de un chico más o menos de
la misma edad que yo nos lo estábamos pasando realmente bien
haciendo bromas, era mi ex novio James; recapacité y sí era
nuestro aniversario y también nuestra canción, añoraba mucho el
amor y también ser amada lo reconocí y sentí una punzada de pena
pero también de culpabilidad.
Estaba
finalizando mi camino de vuelta a casa entretenida con cualquier cosa
que no trajese la memoria que me temía que apareciese, pero nada
consiguió apartarme de aquella semana que he tratado de olvidar
durante mucho tiempo.
En ese momento estaba yo misma enfrentándome conmigo pero la parte
del recuerdo ganó y sobre mis ojos ya no estaba la acera. La memoria
me envolvió como una capa fina de la que por más que agitaba los
brazos no conseguía ver lo que de verdad me rodeaba, esta vez no
tenía escapatoria.
Mi
cerebro de algún modo me trasladó viendo como si fuera una persona
de fuera pero que no afectaba ni lo más mínimo a la escena aunque
gritara o me moviese.
La
primera escena fue por la mañana cuando, como creía recordar, me
desperté por unos gritos que procedían de la planta de abajo, era
sábado y, por lo tanto, no me había despertado con la habitual
alarma de las siete de la mañana. Bajé después de lavarme la cara
lo más rápido que pude para bajar las escaleras y ver qué era lo
que pasaba.
Mi
madre y mi padre estaban enfrentados con cara de pocos amigos
discutiendo el uno con el otro a voces. Mi hermana, más mayor que
yo, estaba tratando de calmarlos pero no funcionó, igualmente no se
rindió hasta que mamá la gritó que se fuera a hacer algo útil de
una vez o si no la echaría de casa ( Para que os situéis, ella
estaba haciendo un máster de estética pero siempre le quedaba una
asignatura, y no es que no se esforzara yo la veía sobre la mesa de
estudio concentrada hasta la una de la mañana por lo menos, y mis
padres estaban enojados por pagarle una y otra vez lo mismo).
Lo
peor fue cuando llegué y me quedé pálida delante de ellos sin
saber que decir, pero tardaron pocos segundos en decir que se iban a
divorciar.
Vi
como mi cara sostenía un nudo en la garganta de tristeza y rabia a
la vez que mis ojos se llenaban de lágrimas, mi mente se quedó en
blanco y corrí hacia mi habitación, cerré la puerta de un golpe y
me senté en la cama angustiada, nerviosa, enfadada, triste…. una
mezcla de muchas emociones juntas. No salí de la cama en todo el día
hasta la hora de cenar, cuando oí que algo con ruedas golpeaba las
escaleras. Era mi padre, con maleta en mano se dirigió a la puerta y
se despidió aunque al final me tuve que ir a vivir con él.
En
ese momento me di cuenta de cuando perdí la necesidad o el afecto a
la familia, y contemplé como mi corazón se iba marchitando.
Al
día siguiente de aquella semana me mudé junto a mi padre hacia otra
casa por lo tanto mi hermana se quedó con mi madre; lo peor de todo
es que me cambiaron de colegio y a mí por aquel entonces no se me
daba bien relacionarme.
El
primer día de clase fue horrible no tenía sitio para sentarme en la
cafetería así que comí en el baño haciéndome compañía a mí
misma. Pensé que era demasiado tímida para sentarme con los
populares, demasiado friki para sentarme con los normales y no
llegaba a ese punto de rareza que tenía el grupo de tan baja
reputación.
Básicamente
no encajaba, era como si yo fuese la última pieza de un puzle que ya
estaba terminado; no obstante. al segundo día intenté hacer un
esfuerzo por hacer amigos pero no terminó nada bien. En primer lugar
porque unas chicas animadoras se acercaron a mí fingiendo que quería
ser mis amigas, las creí y cuando pasó un grupo normal pusieron
cara de asco, las imité pero luego se olvidaron de mí durante el
resto de los días. También me acerqué al grupo que como dije
anteriormente puse cara de asco, y como no, me rechazaron porque
creían que era una de esas egoístas, mimadas y repugnantes
animadoras. Como si no hubiese sido suficiente después intenté
llamar a una de las dos chicas que me saludaron el segundo día, ya
sabéis las que me hicieron fingir odiar al otro grupo, yo en
realidad no me quería juntar con ese tipo de personas pero lo hice
porque no tenía otra opción ni otros amigos, el dicho “es mejor
estar solo que mal acompañado” no lo conocía. Estos también me
rechazaron porque había hablado con el grupo al que ellos llamaban
tabú porque se odiaban mucho y no estaban “a su altura”. Terminé
muy mal y los días siguientes no me pudo ir más mal porque me
hacían burlas y bromas pesadas que no me gustaban en absoluto.
Me
sentía inútil, y ahí también me di cuenta de cómo iba perdiendo
el contacto con el mundo exterior y como construía en mi mente mi
propio mundo; en resumen autosuficiente. Además como estaba harta de
que me tratasen así me volví más dura y dejé a un lado la
inocencia, no era una “bully” pero tampoco la niña indefensa.
Como
ya sabía que el último hecho me iba a dejar destrozada intente
cerrar los ojos pero no sirvió de nada resistirme.
Era
domingo, volvía a casa de mi madre para pasar el día y cuando las
miradas de mis padres se cruzaron noté que sentían nostalgia el uno
por el otro pero lo ocultaron, no dijeron nada.
Volví
a ver a mis amigos que me propusieron salir de fiesta por la tarde y
acepté para despejarme un poco de todo lo que me había ocurrido.
Opté por no contarles nada y fingir que todo me iba genial para no
alterarles. En la fiesta me lo pasé muy bien, hacía semanas que no
disfrutaba tanto ni pensaba si me iban a rechazar, o a dejar sola, o
a tirarme las cosas…..fue como vivir en una nube durante una tarde
entera sin preocupaciones. Ya era por la noche cuando decidimos
volver a casa y todas las cosas que había olvidado regresaron a mi
mente entristeciéndome;
no pude evitar adelantar a mis amigos unos cuantos metros para
ocultarles mi rostro depresivo. Estábamos andando por el borde de la
carretera y mi mejor amiga se percató de que algo estaba mal
conmigo, me preguntó varias veces y todas las negué porque me
avergonzaba de mi misma por lo que me había pasado; me llegué a
enfadar al cabo de un rato y tal fue mi enojo que sin pensar la
empujé hacia la carretera muy fuerte, supongo que estaba enfadada
con todo que toda la tensión la solté en ese indeseable empujón.
Acto seguido avanzó lo suficiente como para colocarse en medio de
uno de los carriles y un coche a toda velocidad la atropelló
mientras que sus labios gritaban pero sus ojos expresaban: “porque
me haces esto”. No tuve tiempo de salvarla y después del atropello
no podía creerme lo que había hecho ni porque, me senté junto a
ella del que manaba de varias heridas un hilo de sangre y sus últimas
palabras fueron: “solo quería ayudarte, te quiero “. Yo la cogí
de la mano y la llevé hacia el carril por el que habíamos andado,
puse mi cabeza contra su pecho y la dije “lo siento, lo siento, lo
siento…..” mi cabeza intentaba buscar una explicación a lo que
había pasado pero mi corazón me dijo “ acabas de matar a la única
persona que te amaba lo suficiente como para dar la vida por ti”;
lloré, lloré muchísimo a su lado, mis otros amigos avisaron a la
policía y me marginaron por haber matado a alguien, me llamaban
asesina y yo también lo hacía.
Actualmente
han pasado cinco años de aquel paseo memorable que me recordó cómo
y por qué
era yo así; en cuanto llegué a mi casa me puse a llorar sola y
comprendí las disculpas que le debía a la gente y lo mucho que
añoraba todo lo que había perdido. Hasta ahora me he esforzado
muchísimo por cambiar y lo he conseguido, pasé de tenerlo todo a
nada y de nada a todo lo que me importa. Si detrás de esta pantalla
hay algún lector que se encuentra como yo hacía tiempo, ponte manos
a la obra, cambia, se
tú
mismo, amate,
cuídate, aprecia lo que posees y nunca digas nunca porque
sé que tú
puedes, no es fácil pero te crees que yo lo encontré sencillo.
Encontré una luz de esperanza en un hoyo profundo de autoodio
y desesperación ¿A qué esperas?
G.G
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